viernes, 26 de julio de 2013

sábado, 6 de julio de 2013

¿Tiene corazón este camino?

Hoy, voy a hablar con la mayor sinceridad. Esto implica, estar muy atento a mis palabras y pensamientos, para evitar los engaños de la oscuridad. Evitar que mis argumentos tengan la intencionalidad aparentemente inconsciente de generar en mi interlocutor, algún efecto de entrega de atención involuntaria. Requiere una gran presencia. Estar atento a la intencionalidad que hay detrás de la argumentación y, sobre todo, al efecto que produce dicho acto. Una buena manera de dar cuenta, es registrar la historicidad del argumento, es decir, las pautas de argumentación o comportamiento habituales que repetimos una y otra vez, frente a diferentes hecho e interlocutores, para obtener, aparentemente, el fin requerido. El medio que utilizamos suele ser casi siempre el mismo, por ende también lo son las emociones y los pensamientos que generamos y mantenemos, para obtener fines distintos. Ante esto una aclaración. El fin me puede resultar distinto debido al cambio de persona o de situación, lo que es inevitable, pero me resulta similar en que en el fondo la necesidad del fin es la misma, la necesidad de atención, o de energía. 
Frente a todo esto, la sinceridad, como bien decían los antiguos, es sinceridad con uno mismo, primero, y con los demás, luego y por correlato. La aparente realidad que se repite y la negación que atribuimos a cuestiones metafísicas frente al cumplimiento de nuestros deseos, tiene que ver, principalmente, por la repetición de las pautas aprendidas para obtener atención de los demás. Esto, comúnmente, genera un profundo dolor. En primer lugar, porque la mayoría de las veces, la pauta tiene su origen en recibir y en la necesidad, y no en el dar y en la abundancia. Por esto, nuestro comportamiento o pensamiento esta destinado a sacar, y basado en la propia escasez, infligimos un dolor al ser interlocutor que nos es devuelto. Cabe destacar, que en este punto, aún no poseo la visión necesaria para entender racional o intuitivamente el desenlace de dicho proceso. Que quede claro, fundamentar por que "infligimos un dolor al ser interlocutor que nos es devuelto" sería faltar a la sinceridad. No lo veo. Esa afirmación tal vez, esté de más. No veo el origen del dolor. Sólo, hasta donde describí la fenomenología del pensamiento frente la busqueda exterior de satisfacción y la creencia cimentada de la propia escacez, lo considero sincero. Luego no sé aún que decir, pero ciertamente el dolor está ahí, o al menos eso parece. Retomando a Wittgenstein, "De lo que no se puede hablar, mejor es callarse."