miércoles, 1 de enero de 2020

Gavilán y la entrada al templo lunar - 1

Gerónimo, un octogenario de barba corta, blanca y mechada con la piel arrugada, vivía en un pueblito de la zona pampeana argentina. Poco pelo, ojos claros de ascendencia española y de madre testaruda, solía caminar por las mañanas por su pequeña finca acompañado de alguna rama fortachona que encontrara en el camino y soportara su peso y con algún animal de compañía, siendo a veces un perro o, cunado no, un corderito con el que se encariñaba y tomaba por aliado.
La finca era pequeña, pero acogedora. Una casa principal donde residía él y su también anciana compañera, dos casas aledañas donde residían familiares a la antigua usanza de compartir varias viviendas en un mismo territorio familiar, alambrados, cerdos, gallinas, pavos, algunas vacas y terneritos y una quinta donde cultivar lo que los animales no pudieran brindar. De fondo, la extensión llana de pasto punta, cardos, algún que otro eucalipto teñido por el crepúsculo solar y un molino que acusa el suave viento que la surca punta a punta en esos días primaverales.
Así, en esta finca y con estas labores, Gerónimo pasaba sus días. A la tarde, como de costumbre, su nieto lo visitaba para acompañarlo y jugar junto a ellos.
-¿cómo andas hoy pequeño travieso? - lo recibió sonriente Gerónimo a su nieto Emanuel
- bien abuelo, llegué hace rato de la escuela y quería venir rápido para acá - respondió Ema como recordando una deuda pendiente
- A si?, yo también ansiaba verte, aún no he tomado mi café con leche -
- No es tanto el hambre lo que me apuraba, sino...- quedandosé dubitativo sin terminar la frase.
Sospechando alguna demanda, pregunta Gerónimo - Sino... Emita? -
-eeeh, recuerdas lo que nos dijiste ayer abu? ¿lo del indio guardián y el templo lunar? -
- jaja - soltó la risa el abuelo - era eso, claro que lo recuerdo, las leyendas son hermosas narraciones de nuestro pueblo y esta particularmente, ha sido la gran herencia de mi padre. Él solía contarmelas cada noche, al dormir. Sospecho que los detalles solían variar de un día para otro - afirmó risueño el abuelo con un dejo de añoranza en su mirada evocando dulces momentos con su padre.
-¿vas a contarmela abuelo? - apuraba Ema
- Claro, podemos empezar, pero no hasta que hayas merendado.

....


Giacomina, amable abuela hija de los italianos que llegaron a poblar estas tierras en servicio de un estado nación que nunca retribuyó las glorias de su labor ante el desplazado indígena,